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© Fernando Maldonado: "Reflejo interior" |
Su extraño comportamiento ya no me inquieta mucho. En ocasiones, se levanta y corre al encuentro del hombre que cruza por la puerta.
La he visto olfatear en la penumbra en busca de algún recuerdo asociado con el pasado. Bueno… eso supongo puesto que sería muy difícil saber si tiene algo en su cabeza parecido a una memoria.
Nunca la he visto más feliz, como el día en que salió de una larga enfermedad. Hay algo similar a un “segundo nacimiento” cuando el dolor cesa y el cuerpo se recupera.
Pese a los años transcurridos, aún me es imposible entender por qué de repente mira absorta al vacío. En instantes así llego a creer que somos iguales. Que nuestras especies son más cercanas de lo que parece.
Sin embargo no puedo evitar compadecerla cuando gime por estar sola.
¿Por qué me mira como si yo pudiera ayudarla?
No… no somos iguales. Nosotros estamos muy lejos de los humanos.
De algún modo, los perros somos inmortales. Hace miles de años que descartamos la idea del más allá, de las vanas ceremonias y sus ingenuas ansiedades. Sólo el hoy, el aquí, el ahora.
Algún día lo entenderán y sus días serán más plenos. Aunque, no sé si más felices.