Datos biográficos

© Fernando Maldonado: "Autorretrato"

Fernando Maldonado (Bogotá, Colombia, 1962). Pintor, Dibujante y Escultor. Estudió Bellas Artes en la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Representó a Colombia en el Salón Comparaisons de París, Francia (2008), y en la VI Bienal Internacional de Pintura de Cuenca, Ecuador (1994).

Entra sus exposiciones sobresalen: Revelaciones, Galería Casa Gallery, Bogotá (2009); Ventana mítica, Galería Casa Cuadrada, Bogotá (2008); y las realizadas en la Galería Alonso Arte, Bogotá (2004); Biblioteca pública Virgilio Barco; Casa de la Cultura de Quito (2003); XII Feria Internacional de Arte de Binningen, Suiza (2003); Galería Arte Balboa, Panamá; Galería la Cometa, Bogotá (1997); Cámara de Comercio de Medellín (1996) y Galería Arte Autopista, Medellín (1995).
Ha participado en las colectivas : Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (2009 y 2008), Grand Palais de París en el Salón Comparaisons (2008 y 2007); Fundación Espacio Itinerante de Bogotá (2007); Galería Sala de Espera (2003); Galería Artlounge, Zurich (8º Internacional Art Fair, Zurich, 2003); Galería Emerio Darío Lunar, Maracaibo (2002); Consulado General de Colombia en Miami (2001); Museo La Tertulia, Cali (2001), Convocatoria Kunst de Zurich (2001); Colonia Baires, Milán, Italia (2000); Galería La Pared (1999); VI Bienal Internacional de Pintura de Cuenca, Ecuador (1998-1999); Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (1984): en el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá (1983); Museo de Antioquia, Salón de Arte Joven (1982).
Sus pinturas han aparecido en cinco carátulas de la Colección Internacional de Literatura Los Conjurados e ilustrado seis separatas de la revista Común Presencia. Su obra ha merecido comentarios de Gonzalo Márquez Cristo, Jotamario Arbeláez, Mauricio Contreras, Amparo Osorio, José Chalarca, Alonso Restrepo y María Soledad García.
La orientación de su obra desde el principio estuvo marcada por el onirismo y el surrealismo con una etapa cercana al arte fantástico. El escepticismo frente a las últimas manifestaciones del arte moderno ha sido una constante en su obra, derivada del existencialismo de su pensamiento y de su interés por autores como Camus, Borges, Cioran; así como del chamanismo, el cine y el cómic de autor.


Fernando Maldonado Rodríguez

Presentación

© Fernando Maldonado: "Las ventanas"


El tránsito hacia nuevos temas nunca termina. Queda el registro.

La visión de obras correspondientes a otros años alimenta la comprensión de las recientes.

Pone en evidencia la forma cíclica del viaje interior del autor y deja indicios de la tarea asumida.
Un cuadro es todos los cuadros y cada uno consecuencia de los anteriores; su multiplicación en el tiempo y el espacio enfatizan el sentido de la absurdidad.
Son también una suerte de abominaciones que prolongan la existencia más allá de la vida.
El orden de los sucesos, el dictamen de las formas y el origen de los “ismos” pueden ser aceptados, negados o asumidos en un punto intermedio con una óptica más amplia.
Mi procedimiento se inició centrando la atención en mi experiencia interior.
Si bien nada escapa a la taxonomía soy parte de ella.
Toda forma de arte es conceptual.
La pintura es un modo de actuar muy complejo, un extenso plan basado en ideas individuales y materializado en pigmentos sobre la superficie del soporte.
Hay muchos procedimientos igualmente válidos.
La antigua vigencia del "Arte conceptual" se descontextualizó.
Significó algo en tiempos de Duchamp y Beuys.
Hoy, como lo oficial es la vanguardia de ayer, ¿qué significado puede tener?
No oculto mi sonrisa de satisfacción cuando se afirma la muerte de la pintura.
En el fondo, entre más extraño o anacrónico sea pintar, mayor es mi interés en seguir pintando.
La pintura es un acto íntimo, interior, reflexivo.


© Fernando Maldonado: "Hilandera reposando"

Sus implicaciones sociales o históricas han sido sopesadas y ordenadas en enciclopedias e infinidad de libros especializados.
Nada desvirtúa la individualidad.
Vivir la experiencia pictórica a través de teorías relatadas por otros e interpretadas por terceros en los libros temáticos, es vivir una existencia prestada portando la máscara del falso profeta o vistiendo el traje ilusorio del emperador.
Más peregrina e ingenua resulta la suposición tácita que afirma que la complejidad intelectual está dominada por la abstracción pictórica o por la ausencia de pintura.
Necesito ver la historia del arte como una gran ficción.
¿Hay algo escrito por los hombres que en el fondo no lo sea?
La necesidad de entender la historia con otra óptica, es la única forma de escapar a la rigidez unidireccional de los eventos.
Algunos quisieron ordenar los actos de otros en una línea con principio y fin.
Afirmaron, según esa lógica, que el último evento es el que tiene un valor artístico complejo y que esa experiencia en el tiempo es transferible con sólo saber de ella por medio del relato escrito y leído.
La otra versión afirma que nada ha sucedido para el hombre individual y que sólo ejecutando por sí mismo "los actos artísticos" puede asegurar que los conoce, los domina y los asume
Para ese hombre individual la "historia del arte" es un relato de la experiencia de otros, que no le pertenece más que como referente y anécdota.
Por lo tanto le importa poco si queda inscrito en el megarelato histórico de la enciclopedia.
Pero desconfía de la fórmula fácil de muchas obras contemporáneas cuyas constantes son el tedio y un supuesto e indescifrable mensaje en clave.
Para el pintor que actúa desde la vocación pictórica, hay que a vivir a fondo la construcción de la obra por los propios medios y no a partir de la experiencia de otros.


© Fernando Maldonado: "Danza de las fibras"

Es fácil hablar de la pintura de Velásquez, Balthus o Baconpero hay una enorme distancia entre lo que leemos acerca de sus trabajos y la experiencia personal de sus autores al gestar su obra.
Escogí la pintura como vehículo de comunicación porque es autónoma, autocontenida y genera universos infinitos y porque después de todo el fenómeno de las vanguardias y su egolatría, la pintura perdió su inocencia artesanal y pasó a ser como la buena literatura, un ámbito en el que ya no se discute si se pueden o no usar palabras para conmover, si no mas bien, que vamos a decir con ellas y cómo.
No veo el arte como religión colectiva, ni a los artistas como guías espirituales, seres iluminados o constructores de la conciencia positiva del mundo; eso es parte del sobredimensionamiento que ha hecho de sí mismo el mundo intelectual, atribuyéndose el rol de redentor de la sociedad, como estrategia de permanencia y prestigio social y lo ha logrado gracias a que esa misma sociedad a la que niega y critica, es la que lo patrocina en un juego ambiguo del que todos se benefician.
El arte es egoísta pero algunos lo disfrazan de gesto filantrópico.

Artista de la condición humana

© Fernando Maldonado: "La Terraza"

Por José Chalarca

Fernando Maldonado es un artista. Esto es preciso decirlo y subrayarlo porque en los tiempos que transcurren se dan silvestres los pintores que no pintan, que solamente saben manipular una cámara de video o poner en fila unas ranas disecadas o proyectar un filme pornográfico lo que les otorga el carácter de abanderados, de tambor mayor en la gran parada del arte contemporáneo, de maestros consagrados por los salones que, con el dinero de los contribuyentes, convoca el establecimiento.

Maldonado sabe y asume que la pintura es una disciplina y un arte que como lo primero exige el conocimiento y dominio del oficio y como lo segundo involucra dibujo, color, luz, composición, intencionalidad y sentimiento, es decir, corazón.

Y es un pintor riguroso cuando se entrega a su labor; él mismo monta las telas en el bastidor sin arredrarse ante la difícil faena de templarlas. Conoce a fondo la naturaleza del color lo que le permite una paleta envidiable.
El maestro Maldonado no hace concesiones y actúa siempre con la convicción de que la investigación y la búsqueda en el arte de pintar hay que hacerlas desde la pintura misma y con sus elementos esenciales. Por eso ha hecho a un lado el camino fácil de los primeros planos para adentrarse en los abruptos pero fértiles terrenos de la perspectiva.
A Maldonado no lo asustan los formatos y con la misma maestría se enfrenta, y consigue maravillosas realizaciones tanto en un cuadro de grandes dimensiones como en una miniatura. Tampoco los temas. Ante el malentendido de que lo erótico está en el cuerpo desnudo o en la cópula, propone la intención y la mirada del observador y por esta vía llega a lo que realmente es.
Nada es tan difícil de abordar como el humor, especialmente en la pintura. Aquí también Maldonado opera el prodigio. En su más reciente serie toma por cuenta suya uno de los postulados de mayor difusión en el mal llamado arte abstracto: su valor como elemento decorativo. Entonces con gran audacia dispone los Malevich como cubierta de los apoyacabezas en el espaldar de las sillas de un vehículo de transporte masivo, los Klee como motivo de una toalla, los Miró en tapetes pie de cama.
Con ello le está diciendo también a los pintores furiosamente vanguardistas, que muestran cualquier cosa apuntalados en la seudo filosofía del último “ismo”, que toda pintura –es más- toda obra de creación artística es una abstracción, que el Pollock más disparatado es una figura: la polaroid del accidente con unos tarros de pintura, encerrada en un marco.
La obra de Maldonado nos muestra que sabe dónde está parado y tiene conocimiento pleno de lo que ocurre en su alrededor inmediato y en el resto del mundo, una visión amplia y abarcadora de la cultura que lo lleva a actuar sobre la comprensión de que las expresiones artísticas no son compartimientos estancos, que interactúan porque todas a una y desde la peculiaridad de sus lenguajes, están ahí comprometidas en la misión de mantener a salvo la condición humana.
No improvisa ni se embarca en aventuras inútiles. Avanza con la mirada puesta en lo que quiere decir con su obra, sordo al canto de las sirenas que le ofrecen las mieles de la riqueza si pliega y dispone su maestría a pintar lo que aclama la moda, lo que se vende.
Maldonado es un pintor auténtico, íntegro, honesto que ha conquistado su título de maestro a fuerza de trabajo constante de investigación y estudio concienzudos, que no se dice a sí mismo ni a los demás ninguna mentira. Como testimonio de todo esto presenta una obra estructurada, seria, alejada por completo del voto amañado de la crítica de oficio fabricante de pintores que más tarde fungen como jurados de los premios cuya entrega garantiza la continuidad de la farsa y la proyección universal del engaño.

El camino del hallazgo

© Fernando Maldonado: "Oscuro nacimiento"
Por Gonzalo Márquez Cristo
Porque lo sagrado existe sin dios y lo mágico no ha desaparecido a pesar del vértigo de la ciencia; y porque el arte abstracto parece agonizar víctima de un sucesivo fraude que fuera denunciado en los orígenes por Duchamp; luego de legar un importante cúmulo cromático y audaces composiciones que deben ser reintegradas a lo figurativo (Roberto Matta); el pintor colombiano Fernando Maldonado, como otros creadores de la disidencia, se enfrenta en la cotidianidad a su sugestivo universo que irrumpe en un tiempo donde todavía el arte es una forma de la especulación.

Durante casi un siglo se han esgrimido notables argumentos contra el abstraccionismo (su para-interpretación, sus obvios equilibrios, su propensión a reiterarse...), pero nunca se ha reflexionado sobre su insalvable distancia de la muerte, pues es evidente que la naturaleza está más amenazada, por la entropía, por el entorno, por el amor, o por cualquier accidente interior, que un triángulo o un paralelepípedo. Y en ello habita un inhumano distanciamiento esencial.

Si el arte abstracto es la aparente supremacía de la geometría y de lo gasesoso sobre el devenir, el regreso de la figura en todas las latitudes, en este comienzo de milenio, nos ha ofrendado la posibilidad de disfrutar de los caminos abiertos por Lucien Freud o Balthus, y de apartarnos de los comerciantes de manchas y de cruces, que pretenden lo simple ornamental o un misticismo ligero, y en el peor de los casos esconder una incapacidad técnica o imaginativa (André Breton).

Ya en el origen de sus metamorfosis Maldonado proponía su sugestiva serie de Anunciaciones, donde el famoso tema bíblico es actualizado, y las vírgenes con tatuajes o vestidos sintéticos acompañan a los ángeles que con armaduras de maderas crean su atemporalidad. Luego su arduo proceso creativo se fue enriqueciendo, y las renuncias iluminaron sus búsquedas, para recordarnos que la mutación es el único sendero evolutivo, y que jamás existe avance sin pérdida.

La magia –y sus representaciones– ocupó su obra durante algunos años. Los chamanes abstraídos y sus sombreros voladores nos llevaron por a un territorio tan primitivo como inquietante. Su exploración en la antropología y en la superstición, fue poblando sus cuadros de hombres levitantes, de peces enjaulados, de antiguos camiones suspendidos en el aire por influjo de alguna planta mágica, de conejos hechizados, de sombras con agujeros y de mujeres escindidas, que constituyen su paisaje interior.

Fernando Maldonado se reconoce náufrago del navío expresivo del siglo XX y aquello lo ha conducido a plantear una lúcida crítica de las manifestaciones especulativas del arte contemporáneo; y es así como los personajes de sus más recientes cuadros (pintados con una perspectiva singular, donde picados y visiones laterales convergen), ahora se pasean, duermen o cenan sobre cuadros de Mondrian, Miró, Pollock o Paul Klee, que les sirven de arrugadas alfombras o manteles. Y en ese escenario de secretos y cáusticos homenajes, no es extraño ver entre escobas la rueda de la bicicleta de Duchamp, o alguna sacralizada escultura, usada para colgar abrigos...


© Fernando Maldonado: "Ritual de títeres"


El origen nos busca. Lo ritual y lo mágico profundizan nuestros sueños; parecía decirnos en su génesis. Pero actualmente ha elegido un refinado juego de espejos, una interpictoridad, para recordarnos que no existe más sofisticada seductora que la muerte ni mejor laberinto que el construido por el tiempo, donde no existe Ariadna que pueda salvarnos del peligro de su centro.

Maldonado sabe con Cardoza y Aragón que el olmo puede darnos peras e incluso rosas y estrellas, pero sólo si todo simulacro es denunciado, y si caminamos por el camino más difícil, que es el del hallazgo.


http://gonzalomarquezcristo.blogspot.com/

Las puertas de la percepción

© Fernando Maldonado: "Otras realidades"
Por Jotamario Arbeláez

En la pintura física y metafísica de Fernando Maldonado todo es secreto. Es el más impactante conductor del misterio, con imágenes humanísticas del terror cósmico, mezcladas con las ternuras de la soledad y el desasimiento. El traza una mitología cotidiana de seres que pertenecen a una dimensión parecida a la nuestra, pero inasible y huidiza. Se diría que capta y transmite más el espíritu que los cuerpos, pues el espíritu también usa ropa y sombreros. Porque si alguien quiere ver a un marciano o a un habitante del infierno basta con que se mire al espejo. Todos estos personajes, aparentemente moviéndose por nuestros parajes y paisajes, más que terrígenos son seres del mundo de la magia, desdoblados, recibiendo y transmitiendo el secreto. Por eso esta pintura –que es ante todo desvelación, no debe contemplarse en las dos dimensiones del cuadro sino en las múltiples dimensiones de su procedencia mítica Estamos en el tiempo del rito, en las sutiles celebraciones que agudizan los estados de percepción, motivados por la sábila, los cactus, esas sugerencias eróticas de nalga tatuada o la presencia del más mágico de todos los objetos contemporáneos, el espejo, que para muchos no pasa de ser uno de los implementos de la afeitada, siendo como es la piedra filosofal que nos tiran del otro mundo. Debemos contemplar estos cuadros como sonámbulos insomnes, porque pertenecen por igual al imperio del sueño como al reino de la vigilia.

De altas ceremonias con lo inesperado

© Fernando Maldonado: "Juguetes" 

Por Mauricio Contreras Hernández

Veo un cuadro en el que un niño levanta la piel del mar como quien busca un juguete extraviado en los intrincados laberintos que se despliegan tras las puertas del armario o bajo la cama desde donde vigila y ordena el mundo que se ve grande y confuso. Allí, en ese acto máximo de ingenuidad se revela el misterio de lo simple. La pregunta que no tiene respuesta desde la razón elaborada, sólo desde la mirada más limpia que es capaz de acariciar la realidad desnudando los arcanos como quien pela una naranja.
Veo un niño que come un helado mientras intenta llenar un pequeño agujero en la playa con la inmensidad de la mar medida en el cuenco de sus manos, ajeno a las miradas que desde siempre no cesan de preguntarse por la inutilidad de su desparpajo. Allí, la respuesta más simple ante lo inaprensible del misterio revelado. No es el resultado de la tarea imposible, es la constatación de una antigua alianza.
Veo los cuadros del pintor Maldonado en los que la luz es consagración de lo misterioso no formulado como arquitectura de lo pétreo, en un entendimiento con lo inesperado, con la sencillez de lo previsible real en el tumulto fugaz labrado por el relámpago de la extrañeza.
Esa condición del vínculo más elemental con el mundo: el extrañamiento, que restituye aguas de infancia, que devela el vacío de formas tenues, que anega con la levedad tanto umbral de pesantez, que desenrolla senderos como manos plenas de símbolos por los que transitan, entre lavaderos de sombras, mujeres que guardan las llaves de la noche, hombres que entronizan el secreto comercio de los signos y las cosechas.
¿Acaso algo más misterioso que la anunciación de lo inefable en el erial del verbo divino hecho carne? ¿O la transmutación de los saberes más ignotos en celebración de peces y plantas con raíces remontando el olvido de orígenes? ¿Y los cuerpos que congregan en su atávico ademán la magia de las tormentas cuando el cielo avienta su simiente sobre las hijas de la tierra?
Así, Maldonado, con la serenidad del chamán, con la sabiduría inacabada del poeta, con la desnudez de un beso, amasa su pan de luz en la creciente mudez que permanece como el deseo.

Místico del porvenir

© Fernando Maldonado: "El mensaje"

Por Amparo Osorio

Viajero de la expresión, Maldonado es un incesante creador decidido a liberar sus obsesiones, sus sueños y delirios utilizando todos los signos y caminos abiertos por los más arriesgados pintores del arte universal. Para él todos los hallazgos estéticos sirven y es necesario utilizarlos previa pregunta a la muerte.
Una multiplicidad de indagaciones oscilantes entre las tendencias del expresionismo, el surrealismo y un religioso futurismo, trasegado durante las dos últimas décadas, nos dejan suspensos ante sus trazos que gravitan a lo largo de esa obra enraizada en una profunda poética y en la simultaneidad de sus espejos sensibles.
Fernando Maldonado es el místico que cuenta el porvenir en atmósferas del pasado. Sus Anunciaciones futuristas y sus elementos mágicos figuran lo hierático. La huida de lo sagrado lo perturba, y su pintura más que una crítica o confirmación de la ausencia de los dioses, es una reflexión, un intento por recobrar lo ritual y las relaciones del hombre elemental, emprendiendo un discurrir concéntrico que regresa cómplice al origen de las formas.
Los signos que devela, no están allí al azar, aparecen ejerciendo su sentido mítico, primordial. Existen entonces sus sábilas que emanan un poder mágico y hacen levitar los elementos, sus conejos y peces suspendidos. Las sombras voraces que acechan siempre a sus personajes y los niños atados a la naturaleza-mujer. Medialunas en el vientre, ciudades bíblicas que se desmoronan... Pinceladas, en fin, que afirman el ayer, el ahora y el mañana, plasmando símbolos de una perpetua memoria.

¿Hacia dónde va el pez...?

© Fernando Maldonado: "Rincón del ensueño" 
Por Alonso Restrepo de León

En algún momento, toda vida navega en un mar surrealista.

La experiencia de este encuentro, de este sincretismo entre lo onírico y lo lúdico acontece con mucha más frecuencia en la vida de los seres que flotan en el arte y viven la angustia de este ejercicio.
A veces todo es sueño y juegos. Los símbolos se aferran a nosotros y dejan su impronta imborrable..., qué le vamos a hacer, es la alegría o la pena de vivir.
El artista tiene el recurso de expresarlo plásticamente y se libera temporalmente de su presencia, pero luego, como los tiernos recuerdos del amor, vuelven a aparecer y se repite sin solución de continuidad en su constante quehacer.
Siempre vivimos los versos de Calderón... Nuestra vida es un sueño.

El pequeño sueño de la muerte

© Fernando Maldonado: "Hombre levitando"

Por María Soledad García

La obra de Fernando Maldonado sintetiza tres caminos que convergen sobre el lienzo. La intimidad de una escena privada, las alucinaciones míticas del embrujo y la dispersión de los detalles cotidianos y repetidos. Desde estos tres senderos que limitan mi mirada, los hombres y mujeres recorren calladamente la superficie pictórica para contar toda una historia en el breve espacio de la pintura. Allí, sobre el lienzo, se juegan los encuentros y las despedidas, las señales del azar y de la protección que buscan su lugar a través de atmósferas imprecisas que confunden y discuten la mirada del espectador.
La reiteración de figuras y elementos con cargas místicas, pareciera sugerir una continuidad en la lectura de su obra, sin embargo, más que una narración secuencial cada obra realiza su propia apertura y cierre en el espacio y el tiempo de aquello que nos es ajeno y extraño, conformando un laberinto que envuelve la mirada de quien visita la obra en el juego del voyeur indiscreto. Conejos, plantas protectoras, marcas y espejos parecieran indicar la relación cercana que la obra establece entre lo conocido y la conjugación fantástica de lo que hemos desaprendido; en el encuentro y pérdida de los símbolos se abre el espacio para la confusión.
Los personajes que construye Fernando Maldonado advierten la indiscreción de la escena, repetida y constante al tiempo que enigmática en su resolución. Hombres en éxtasis, visionarios, guías y místicos recorren los pasajes para darle cuerpo y textura a situaciones que limitan entre lo real y lo fantástico de lo ficcional. Quizá el espacio que ellos construyen se acerque mucho más a la vigilia del sueño, en donde miles de imágenes y experiencias cotidianas entretejen el pequeño sueño de la muerte.

Revelaciones

© Fernando Maldonado: "El fanático"
Por Gonzalo Márquez Cristo

(Fragmento del ensayo)

(…) Por último, y para culminar este asedio a una obra incalificable, de una gran riqueza pictórica y onírica, donde autos antiguos flotan y el sueño propone su otra realidad tan generosa a los románticos, donde el surrealismo deja elementos inesperados y una zoología lúdica, donde la sombra es puesta en entredicho por el poder de esa sombra mayor que es la luminosa muerte, donde todos somos vigías de la soledad por el solo hecho de que el cuerpo ha emprendido un exilio del que quizá jamás pueda retornar, el artista bogotano decidió adentrarse en un universo que podríamos denominar sin ser imprecisos el “Oráculo Moderno”. Aquí sus personajes indefensos, obnubilados, empequeñecidos por su cotidiana existencia, se prosternan ante los televisores y los computadores para orar, para esperar de ellos una señal que pueda hechizarlos, intentando evadir así su inútil realidad. Porque —pareciera decirnos—, los seres de nuestro tiempo son tan insignificantes que ya no acuden al oráculo de Delfos para encontrar la revelación, ni para leer la sabia sentencia “conócete a ti mismo”, sino que obliterados ante los nuevos “medios de incomunicación” proclaman un “desconócete a ti mismo”.
Y es por ello que para Maldonado la pintura continúa su febril pretensión de liberarse, de oficiar la sorpresa, y este desprendimiento le concede un colorido denodado, unos cambios de planos más radicales y fecundos. La pincelada es ahora más simple, más precisa y violenta como una cicatriz, más difícil como una incisión en el cielo. Y de pronto todos los elementos que el artista ha conquistado, los mundos que consagrara en su ardua labor de seis lustros se vinculan, se fusionan para entregarnos el fulgor de una obra radical que nunca acepta que lo sagrado haya perdido su dominio (...)

CHAMANISMO

© Fernando Maldonado: "Chamanismo"

Es una aproximación transversal a la realidad. Un intento por comprender sin los límites estrechos de la razón.

SURREALISMO

© Fernando Maldonado: "Camión rojo"
El surrealismo no es otra cosa que una toma de consciencia de otras dimensiones que nos habitan, y es una palabra inventada para clasificar algo que siempre ha estado en nosotros atisbando en la oscuridad interior.

EROTISMO


© Fernando Maldonado: "El descanso"
El erotismo traduce el punto opuesto de la indagación metafísica. Allí radica su importancia. Como límite de lo profano es lo más humano sofisticado y extraño que tenemos como género. Es el origen placentero sobre el que pende nuestra espada de Damocles.


© Fernando Maldonado: "Reflejos"

METAFÍSICA

© Fernando Maldonado: "Guías espirituales"
Todas mis imágenes parten de un monólogo interior. Ese discurso que sólo cesa con la muerte y que interroga por ella es todo lo que tengo para intentar estar aquí. El sin sentido resultante es la materia prima de la pintura.

CARICATURAS - Maldoror

"Maldonado por Maldoror"

Por Iván Beltrán Castillo

Lo conocíamos como un pintor incansable, industrioso agrimensor de la frontera que separa a la vigilia del sueño y a la realidad del deseo, sobrio propulsor de un continente onírico, representante genuino del intangible post-surrealismo latinoamericano y alguien que continúa alimentando el fogoso carromato de Luis Buñuel y George Bataille, Pierre Klossovski y Vladimir Nabokov, Marcel Duchamp y Remedios Varo, pero no sabíamos que tuviera además una fiereza tan grande para dinamitar la realidad desde la trinchera de la risa y el exquisito sabor de la blasfemia.
Un día nos enfrentamos con su primera caricatura y aquel fue el nacimiento de Maldoror, imprudente hermano del Conde de Lautréamont y heterónimo del talentoso pintor que se hace llamar Fernando Maldonado.
Y nos capturó con sus trazos complejos, casi barrocos, que recuerdan las hermosura adánica de los grandes comics y entonces supimos que habíamos asistido a la invención de un maravillado transgresor, un duende risueño y satírico dispuesto a denunciar cualquiera de las máscaras atroces de la realidad, y quién jamás olvida que la diferencia entre lo trágico y lo cómico es que son la misma cosa.
Este Maldoror, lunático y hereje, y quién seguramente no habría salido completo de un interrogatorio promedio de la Santa Inquisición, ha mostrado el lado turbio de los gestos del Papa y la sombra turbia del supremo tirano, el lado medioeval de la contemporaneidad y el lado contemporáneo de la antigua oscuridad, el lado ancestral del optimismo y el lado positivo de la fatalidad…. Su reino irónico ya nos es imprescindible.

Con-Fabulación entrevista a Fernando Maldonado

© Fernando Maldonado: "La última cena"

En el arte abstracto y conceptual se esconde una especulación que pareciera no tener fundamento…
En efecto, no hay término más adecuado que usar la palabra “especulación” para referirse al arte actual. La connotación es completa. Especulación en el sentido de construcción mental, intangible y en el vacío. Y la otra especulación, la de los que encarecen algo para venderlo más alto. La cultura occidental ha sido timada con buena parte de lo que crearon las rebeliones estéticas del siglo XX. Sólo quienes las fundaron merecen el crédito. La mayoría de sus seguidores constituyen una horda amorfa que se auto justifica y premia en un pequeño club privado de cada país. Para completar, tienen el mismo mecanismo de seguridad conceptual de las religiones y es que cuando son atacados recurren al argumento de que la sociedad es obtusa y estúpida por que no los comprende. Si todo lo anterior falla, recurren al argumento de la fe. Es como cuando un fanático cristiano habla de Cristo. Sólo que ellos hablan de Duchamp, Beuys o de la cumbre inalcanzable e incomprensible del pensamiento estético formada por Foucault, Derrida, o Danto. Si alguien se niega a “creer” lo condenan al ostracismo, porque para completar controlan todos los espacios oficiales. Es el sueño anhelado por los sistemas políticos de extrema derecha e izquierda: Los nazis deseaban un arte oficial no degenerado que evocara a la “raza”; los comunistas un arte oficial que reflejara el triunfo de las clase obrera sobre la burguesía.


© Fernando Maldonado: "Amor de penumbra"
¿El arte contemporáneo, en su cruzada por abolir el cuerpo, ha proscrito el erotismo?
El arte contemporáneo ha dejado de “representar” el cuerpo, para usarlo directamente en la obra, para hacerlo instrumento de la obra. En esa medida quizá nunca ha estado más presente que ahora cuando la mayoría de los artistas opta por la performancia, el happening o la instalación. El problema de lo erótico es que desaparece en la medida en que se hace más evidente. Es como el porno, tan obvio que ya no es erótico. Para mí el erotismo es ocultamiento, no desnudez. Debido a eso la tentación permanente por mostrar cuerpos desnudos con el más mínimo pretexto resulta tediosa y sin significado. Todo viene conectado con el manido discurso de que buscamos la afinidad con la naturaleza y el inevitable cuento bíblico de la desnudez de Adán y Eva y el pecado original que buscamos deshacer. Lo que noto es el terrible efecto de la religión sobre el hombre y su consecuencia directa: la culpa. Culpa de sí mismo, culpa de tener un cuerpo que siente o desea.

¿Cuáles nombres relevantes han sido excluidos por las imposiciones de la cultura oficial colombiana y por las reglas rapaces del comercio imperante en nuestro medio?
En Colombia, podríamos mencionar a los artistas plásticos de la pretérita generación Bachué y algunas figuras individuales que realizan lo que muchos llaman pintura figurativa. Pero es más interesante poner en evidencia cómo esa cultura oficial creó una escala en la que se considera más importante el trabajo pictórico de Beatriz González o Maripaz Jaramillo que el de Luis Caballero, Juan Antonio Roda o Ángel Loochkartt. Para un observador medianamente culto las diferencias son muy grandes. A nivel formal la fealdad total de la obra de las dos primeras no es, como lo argumentan, “intencional” sino un ejemplo de la buena suerte obtenida por quienes están en el lugar adecuado a la hora adecuada. “paparruchas” como decía Picasso al referirse a su éxito como hombre de mundo y artista moderno. Es el circo del arte. En nuestro medio corrió por cuenta de Marta Traba. De allí en adelante todo quedó establecido. Dos facciones claramente separadas: quienes recibían su bendición y quienes eran arrojados al purgatorio.


© Fernando Maldonado: "Mar de la consciencia"
Así como existe intertextualidad, cuando se contempla su obra podría hablarse de interpictoridad, por el juego especular que realiza con los grandes maestros. ¿Los tapetes y cortinas con referencias a hitos pictóricos del siglo XX, obedecen a una acción de gracias a las tradiciones o a una burla del arte contemporáneo?
La interpictoridad es un juego mordaz. Es también una forma de pagar la deuda que tengo con los que me situaron -por haber nacido en la segunda mitad del siglo XX-, en un limbo histórico sin conexión con nada de lo que se hacía en la facultad de artes. Nací y crecí en pleno auge del arte conceptual y para mí fue la misma experiencia del traje del emperador, el famoso cuento de Andersen cuyos sastres lo engañaron, se lo bebieron y comieron y lo convencieron de que llevaba un hermoso traje, aunque en realidad estaba desnudo.

Usted es un pintor con gravedad literaria. Puede nombrarnos sus deidades poéticas y cinematográficas…
Borges es uno de los más recurrentes, con todo lo que tiene de monstruoso y maravilloso. También están personajes como Porfirio Barba Jacob, Isidoro Ducase con sus Cantos de Maldoror, Cortázar en sus cuentos, Melville, London, Henry Miller, Heráclito, y muchos investigadores de la historia. En el cine estoy interesado de nuevo en Buñuel. A otros los he retomado y ya no me impactan como Antonioni.Bergman y Kurosawa siguen incólumes.

¿Cree que existe un arte colaboracionista, que satisface las abyectas imposiciones del poder?
Existe un arte colaboracionista, pero no es el que se suele pensar: La famosa grieta de la galería Tate de Londres, obra de Doris Salcedo, es arte oficial puro, completamente colaboracionista. La obra fue patrocinada por la multinacional Unilever, ampliamente conocida en el mundo entero por sus diversos productos y no tan conocida por sus abusos con el medio ambiente o la explotación infantil ¿Qué puede ser más colaboracionista que esto? Un artista es honrado con uno de los espacios de mayor reputación en el mundo, un salón de la TATE de Londres. ¿La obra? Una grieta profunda que atraviesa la sala de un extremo a otro. ¿El mensaje?Hacer reflexionar al público sobre la discriminación racial, la división del mundo en primer y tercer mundo, etc. En suma, una obra de alto contenido de crítica a la injusticia del mundo pero quién patrocina el evento?
Unilever apoya el arte contemporáneo de crítica social. No puede haber algo más obvio con respecto a las verdaderas intenciones de muchos artistas contemporáneos: Aparentar que critican al sistema mientras este los patrocina. El sistema gana más credibilidad si la obra es de crítica política o social porque lava sus culpas en el manantial del arte moderno. Lo que ayer fue vanguardia hoy es ortodoxia. En realidad si se quiere hablar de artistas comprometidos con causas sociales habría que citar a los que aparentan en el inconsciente culto de la intelectualidad, una mayor lejanía. Por ejemplo Fernando Botero, Shakira o Juanes. Independientemente de sus logros o calidades estéticas inciden en lo social de muchas formas. Dudo que la instalación de Doris Salcedo haya cambiado algo concreto en la dura realidad de los niños explotados en el “Tercer Mundo”.

La lucidez del vacío

© Fernando Maldonado: "El viaje"

Por Fernando Maldonado
Dueño de un sugestivo universo pictórico, que nos regala con la sensación de estar soñando con los ojos abiertos, Fernando Maldonado, pintor bogotano, miembro del comité de redacción de Con-fabulación, y amigo personalísimo de nuestro caricaturista Maldoror, relata en este pequeño texto algunas de las peripecias, travesías, dudas y develamientos que habitan a un auténtico artista. El trabajo fue leído en uno de los talleres de Renata, que se llevan a cabo semanalmente en el Centro Cultural García Márquez de Bogotá.

La conciencia se ramifica en imaginarias dimensiones interiores, a las cuales asignamos nombres tomados del anhelo de eternidad que nos obnubila y obsesiona.
Alma, espiritualmente, subconsciente, etc, son términos inventados para soportar la lucidez que impone el vacío. Todos estos términos se contraponen a nuestro cuerpo en una dualidad que confieso no tener.
El monismo puede resultar difícil de asumir, pero siento que de poco o de nada sirve vivir de una falsa ilusión de eternidad, aún si ésta hace parte de un complejo grupo de indicios conectados por la ciencia en alguna teoría cuántica.
¿Por qué convocar en este texto temas polémicos como éste del más allá? ¿Acaso los procesos creativos del arte merecen semejante despliegue?
Creo que la consciencia de la muerte, es el resorte más poderoso para desencadenar la creatividad. Pero esto no basta. Hay que dar el paso siguiente y tener en claro que no se trata sólo de morir, sino de desaparecer completamente.
Actuar en el vacío supone entender que nada cambiará con la acción, con el movimiento, con el hacer. En el fondo da igual si dedicamos toda nuestra voluntad a crear o si nos sentamos a esperar el final.
En este sentido me regocija enormemente haber vivido en una época que nos muestra con nitidez el tamaño probable del universo y nuestra verdadera dimensión dentro de él.
Esta toma de consciencia pasó literalmente por el quirófano.
 A los trece o catorce años sufrí dos crisis nerviosas. El estado de inconsciencia fue tan absoluto que esas horas son un intervalo total, sin recuerdos, sin imágenes de sueño ni nada parecido. Como apagar la luz en medio de una noche oscura. Cuando desperté estaba en urgencias. Muchos sabemos lo que eso significa. El diagnóstico fue simple. Una especie de cortocircuito leve en las conexiones neuronales que podía ser tratado con medicamentos. Pensé en el fantasma de la epilepsia agazapado en alguna circunvolución de mi cerebro. La otra solución complementaria era extraer las amígdalas.
Se programó la cirugía y allí estaba en la noche internado en la clínica en proceso de preparación leyendo el libro que mi madre me había regalado unas semanas atrás:
“Crimen y castigo”. No está de más recordar al auditorio que Dostoyevski era epiléptico. Esa noche previsiblemente no dormí. A la mañana siguiente el quirófano me aguardaba. Nada fue igual después de esos días; entre otras cosas, quedó muy claro que debía escoger un mejor momento para leer a Dostoyevski. Me recuperé del todo y las crisis nerviosas desaparecieron, pero la experiencia me dejó un raro transfondo. La anestesia era igual a la inconsciencia total de las crisis nerviosas. Era el “no ser” absoluto.
Sin sospecharlo, los quirófanos me aguardaban otras cuatro veces más, en etapas muy diversas de mi vida. Nada como una cirugía para motivar la reflexión total y tratar de negociar un poco más de tiempo con lo abstracto. Porque esa es la sensación latente. Me sentía como el comediante en la bella película de Bob Fosse “All that jazz”, implorando cobardemente por unos años más de vida. Debo estar exagerando un poco, pero algo así pasaba por mi mente.
Hace varios años, cuando el Papa de ese entonces, Paulo VI, fue abordado por un grupo de periodistas y le preguntaron por qué nunca reía, respondió impasible: “¿Acaso hay algo de que reír?”
 Es una respuesta lúcida, en mi humilde concepto. Sobre todo viniendo de un representante de Dios. Sin embargo el otro perfil que se asoma a ésta respuesta es su antípoda. Porque la risa se justifica más que nunca, ya que el final es el mismo para todos nosotros. Esa es la parte en que me encuentro más a gusto cuando hablo con el huidizo caricaturista Maldoror.
Cuando inicio mi labor en el taller, suelo tener unos cuantos libros de arte a la mano. Son los fetiches a los que acudo para invocar alguna ayuda. Una de las imágenes que más contemplo es una bella foto tomada por el telescopio Hubble, de la Galaxia del Sombrero. Está a 28 millones de años luz de nosotros y se despliega por espacio de unos 50.000 años luz. En su centro con forma de hemisferio, un agujero negro equivalente a 1.000 millones de soles brilla majestuoso. Me conmueve considerablemente observar esa fotografía y saber que lo que veo ha viajado 28 millones de años luz. Contemplo el pasado en dimensiones de tiempo gigantescas y mucho antes de la aparición del género humano. Paradojas como aquella de saber que el borde de un agujero negro brilla como mil millones de soles o la más reciente que considera que toda la materia visible del universo  es apenas el 4% del total existente, de modo que el 96% restante es “materia y energía oscura”, son evidencias científicas que rayan en lo poético. La oscuridad es entonces la fuerza que prevalece en el cosmos, pero por la misma razón la luz adquiere tal intensidad.
Tal vez habitar en los bordes del vacío es hacer arte. Tal vez por eso parece importante hacerlo  como la terca maniobra del que se empeña en avanzar a contravía.
Dedico toda mi energía a ese intento absurdo y de allí obtengo sus postulados. A estas alturas de la vida lo único que no tengo es tiempo y esa certeza es el primer impulso para sentarme a trabajar. Antes pensaba que mis procesos creativos se cifraban en el tema o en la forma. Hubo un tiempo en el que creía estar contando historias o sueños. Y claro, las pinturas y dibujos de esos años parecían reflejarlo. Después revisé mis propios métodos y descubrí que aún vagaba por la superficie de algo que no quería reconocer. A lo mejor era necesario haber llegado a este punto. Es probable que no estuviera listo para admitir mi propia superficialidad. En este punto habría respondido que la literatura, la poesía y el cine eran mis fuentes, los puntales del trabajo creativo.
Pero la revisión me mostró que las influencias externas no sirven de mucho si no las digerimos del todo. El origen de algunas buenas obras, muy pocas, está en el trabajo de otros que nos precedieron, aquellos que buscamos emular y lo entendemos si vemos que detrás está el mismo miedo al vacío.
Hoy no creo que pueda llegar muy lejos, pero de algún modo siento que avanzo hacia un estado de consciencia en el que ya no importa el tema, ni la forma. Sólo cuenta el problema de cómo enfrento la disolución en la nada. De ese modo tarde o temprano un reflejo de todo ello podrá ser captado y a lo mejor, compartido por los que lo ven.
Entretanto acumulo intentos que se ven como obras terminadas.